UN ITINERARIO CULTURAL EUROPEO POR TIERRAS DE LA RESERVA DEL SAJA

Una de las rutas, la de su primer viaje a Castilla procedente de Flandes, recorre el Valle del Saja.

El pasado día 22 de mayo, el Instituto Europeo de Itinerarios Culturales comunicaba oficialmente a la Red de Cooperación de las Rutas Europeas del Emperador Carlos V (a la cual pertenecen los 12 municipios cántabros por donde discurre la ruta del primer viaje), la decisión unánime del Comité de Gobierno del Programa Europeo de Itinerarios Culturales, en el que participan la Comisión Europea, el Consejo de Europa, y hasta 25 estados miembros, de conceder este prestigioso galardón al conjunto de rutas históricas que recorriera el gran monarca del Renacimiento europeo, entre 1517 y 1557.

Los caminos históricos del Valle del Saja, como éste de Cabuérniga, fueron recorridos por un joven Carlos de Habsburgo en 1517, en su primer viaje a España para tomar posesión de los reinos hispánicos. Los municipios de las Mancomunidad Reserva del Saja, Mazcuerras, Ruente, Cabuérniga y Los Tojos, fueron recorridos entre los días 13 y 15 de octubre de 1517 por el futuro emperador y su séquito. Por esa razón, forman parte en la actualidad de la Red de Cooperación de las Rutas Europeas el emperador Carlos V (www.itineracarolusv.com), y pueden beneficiarse de las acciones turísticas y marcas de calidad que este programa ofrece, comenzando por el uso del logo identificador de la mención de Itinerario Cultural Europeo.

Cantabria aporta a este gran itinerario dos trazados: el del último viaje (Laredo – Puerto de Los Tornos, en dirección a Yuste) y el del primer viaje (Val de San Vicente – Valdeolea, a través de San Vicente de La Barquera, Valdáliga, Cabezón de la Sal, Mazcuerras, Ruente, Cabuérniga, Los Tojos, Campoo de Suso, Reinosa y Campoo de Enmedio), el cual recorre parte de la ruta que une el puerto de Tazones (Villaviciosa) y la localidad de Mojados (Valladolid).

 

RUTA DE CARLOS I

Tramo Reserva del Saja: Mazcuerras – Los Tojos – Mancomunidad Campoo-Cabuérniga.

En 1517, un joven Carlos de Habsburgo y Castilla (1500-1558), y un amplio séquito de más de 400 personas, arribaba a la desembocadura de la ría de Villaviciosa, desembarcando en el pequeño puerto de la pedanía de Tazones. Desde este punto, y siguiendo los trazados de las antiguas calzadas y caminos medievales, el joven heredero de las Monarquías ibéricas, los Países Bajos y el Sacro Imperio Germánico alcanzaría la costa y los valles de la actual Cantabria, avanzando por Unquera, Pesués y Prellezo, hasta San Vicente de la Barquera, y desde la villa pejina, por Lamadrid, Caviedes, Treceño y Cabezón de la Sal, alcanzaría el tramo de la Reserva del Saja, el cual podemos recorrer en nuestros días en un recorrido muy parecido al original.

Gracias a la crónica redactada por el ayudante de cámara flamenco, Laurent Vital (que formaba del séquito flamenco que acompañaba al -en ese momento- Archiduque Carlos), sabemos con bastante detalle el trazado y las peripecias que el mayor monarca europeo de todos los tiempos tuvo a su paso por estas tierras. Hasta 3 capítulos de su crónica (XLII, XLIII y XLIV) describen el paso del futuro emperador por el Valle del Saja, desde Cabezón de la Sal hasta los puertos de montaña que acceden a Campoo, donde el monarca llegará a Reinosa, antes de abandonar nuestra región por el Valle de Valdeolea, camino de Aguilar de Campoo.

El periplo de Carlos de Habsburgo y Castilla por las tierras de la actual Mancomunidad de la Reserva del Saja

 

 

XLII -DE COMO YENDO HACIA CABUÉRNIGA UN HIDALGO DEL PAÍS ROGO AL REY PASASE POR SUS TIERRAS PARA AGASAJARLE EN SU CASA

Al día siguiente, 13 de octubre, el Rey y la nobleza partieron de Treceño y no hicieron ese día más que tres leguas, a causa de que el país es muy penoso y montañoso, pero, por los valles, que eran buenos y fértiles, fue agradable pasar. Por allí rogó al rey un hidalgo, pariente de don Diego de Guevara, que tuviese el agrado de pasar por sus tierras y comer en su casa; y si no hubiera sido en honor del señor don Diego, mayordomo del Rey, que se lo pidió también, no hubiese accedido tan pronto. Luego, cuando se lo concedieron, el hidalgo, con toda diligencia, mandó preparar la comida, costeando lo del Rey y todo el séquito. Después de comer, este caballero fue humildemente a agradecer al Rey el honor que había recibido pidiéndole perdón si no le había tratado tan bien como a su majestad correspondía, y ofreciéndosele en cuerpo y bienes, enteramente dispuesto a su servicio.

Luego el Rey montó a caballo y fue a alojarse a un pueblo llamado Cabuérniga, donde, en lugar de tapices, el aposento del Rey estaba de arriba abajo cubierto con grandes pieles de oso y le jabalíes, dando con esto a entender que el huésped era cazador y que se entregaba al noble y penoso pasatiempo de la montería, y que viendo las grandes pieles, el Rey tendría agrado. Pero dentro de la casa, que era muy humilde, no había más que las paredes.

XLIII -DE COMO AL SIGUIENTE DÍA EL REY SE ALOJO EN LO ALTO DE UNA MONTAÑA LLAMADA LOS TOJOS

El 14 de octubre partió el Rey de Cabuérniga, todavía bastante indispuesto, aunque se encontraba un poco mejor de lo que había estado. Por esta causa no hizo ese día más que tres leguas y fue a descansar a un pueblo muy malo llamado Los Tolos, que está en lo más alto de una montaña. Y como en ese lugar no había casa alguna que no fuese hedionda e infecta, por el estiércol del ganado, que está acostumbrado a dormir dentro, y como ese día hacía buen tiempo y el aire estaba limpio y tranquilo, los médicos tuvieron el parecer de que se levantasen tiendas y pabellones en medio de una hermosa pradera para alojar en ellos al Rey y a toda la nobleza. Cenaron el Rey y su hermana en su pabellón, y después de la cena las damas y grandes dignatarios fueron a distraerse y pasar el rato en la tienda del Rey, en la que ya tenía éste la cama preparada para acostarse aquella noche, para recrearle, a causa de que había estado enfermo y no se había repuesto del todo. Pero, a propósito de lo que hemos dicho anteriormente, de que alrededor de las montañas no hay seguridad ni estabilidad en el tiempo, os diré que un poco antes de cenar se levantó una negra y fría niebla con un gran viento que creció cada vez más, de tal modo que se convirtió en un rudo tiempo de tormenta, viento y lluvia, por donde se podía evidentemente conocer que había muy rudo y peligroso tiempo en la mar, y que había gran peligro para los navíos que se volvían a Flandes.

Los médicos, viendo este rudo tiempo y como tenían puesta la vista en el asunto de la salud del Rey, y como el Rey no se encontraba tan bien como se encontró después, dijeron que de ningún modo el Rey dormiría en su pabellón, sobre lo cual el señor de Chievres tuvo también esa opinión. Entonces estuvimos obligados con toda diligencia a desarmar la cama del Rey, y el furriel Andrés Spirink fue a buscar algún sitio para dormir esa noche el Rey. Este furriel dijo que, por las muchas pulgas de las casas, no había encontrado más sitio que un rincón fuera de una casa y a resguardo de los vientos, bajo un tejado, cuyo lugar visitaron y hallaron propicio, puesto que no había otro. Por lo cual, con toda diligencia, este lugar y rincón quedó preparado, cerrado y tendido de tapices, y la cama del Rey armada de nuevo.

Duró este rudo y mal tiempo toda la noche, y parecía una tormenta por lo que sonaba y silbaba el viento, que era fuerte e impetuoso, y la lluvia tan copiosa, en proporción, y sucedía así porque estábamos en aquella montaña, donde el viento encontraba menos impedimentos y tenía más potencia. Y esto sucedió veintiséis días desde que el Rey había desembarcado y llegado a Castilla. Alrededor de un mes después de ese tiempo, se decía en la corte que en la mar había hecho el tiempo más malo y la tormenta mayor que se hubiera conocido, y daba gran lástima oír hablar del enorme daño que allí habían tenido, por las gentes ahogadas que en la orilla de la mar habían encontrado, tanto hacia Vizcaya como en los alrededores, y por los navíos que habían perecido y naufragado. En verdad, otro tanto podía haber sucedido al Rey y a su séquito, pero Dios, por su bondad, lo preservó; y resultó para él un agradable viaje, pareciendo que los elementos le eran favorables. Alabado sea Dios y estémosle agradecidos.

XLIV.- DE COMO EL REY PARTIÓ DEL LUGAR DE LOS TOJOS

El 15 del mes, el Rey partió de aquella alta montaña y hacía un tiempo frío, feo y desapacible, a causa de que llovía, nevaba y venteaba demasiado. Por causa del mal tiempo, tuvimos dos leguas de mal camino, país pedregoso, fangoso y montañoso, y para los caballos muy penoso de pasar a causa de que estaban a menudo en peligro de desherrarse; pero el resto del camino era por terreno mejor. Sabiendo don Juan Sauvage, por el señor canciller, la venida del Rey hacia Reinosa, como desde Mide/burgo no le había visto, pues había ido a Castilla por tierra, partió de Reinosa para ir a hacerle la reverencia y saludarle; y llegó a encontrarle a una buena legua antes de esa villa, yendo a saludarle, cuando el Rey acababa de montar a caballo después de haber comido..